sábado, 29 de agosto de 2009

SAN ANTONIO DE PINTUYACU - (LORETO)


El PINTUYACU es un afluente del río NANAY que rinde su tributo hídrico por la margen izquierda, a unos cuantos kilómetros, aguas arriba, del poblado SAMITO y aguas abajo de SANTA MARÍA DEL ALTO NANAY.
En uno de sus numerosos recodos y ocupando una elevación de su margen derecha, se ubica la comunidad nativa SAN ANTONIO DE PINTUYACU. Un bello paraje en donde hoy descansan las esperanzas de este pueblo.
A pocos kilómetros, y surcando este río, desemboca un río menos caudaloso llamado CHAMBIRA, en cuya margen izquierda se sitúa la comunidad denominada ATALAYA.
Ambas, San Antonio y Atalaya, son las dos únicas comunidades en donde hoy podemos encontrar, más o menos nucleados comunalmente, a los descendientes de lo que fuera el PUEBLO IQUITO.
Procedente de la noche de los tiempos forestales, como una de las creaciones de este bosque amazónico maravilloso, el PUEBLO IQUITO se mantuvo al margen de los primeros contactos de la cultura europea con las culturas amazónicas.
En los relatos iniciales de los cronistas españoles no encontramos referencias claras a su existencia como pueblo. En el mapa que sobre la ubicación de los diferentes grupos indígenas publicara el P. Fritz, en 1707, no fue mencionado siquiera. (*)
Es recién a partir del Siglo XVIII en que aparecen las primeras referencias a esta etnia.
Investigaciones antropológicas y etnográficas han permitido saber que este pueblo tuvo como territorio de asentamiento el área comprendida entre los que conocemos como ríos Napo, Curaray, Mazán, Nanay, Itaya y Tigre, dentro del cual se movilizaron estableciendo contactos con otros pueblos, recibiendo y ejerciendo influencias culturales, pero siempre manteniendo su propia identidad.
Aún hoy en este amplio corredor quedan familias o grupos de familias dispersos que conservan algunas de sus conquistas culturales (idioma, mitos, costumbres, artesanía, Etc.).
Al intensificarse la penetración de la cultura europea a nuestra región, son las Misiones Jesuitas las que, en su afán civilizador y evangelizador, darán origen al mayor desordenamiento cultural entre las etnias amazónicas, erradicando, desplazando y mezclando personas procedentes de diversos mundos culturales en las denominadas REDUCCIONES o Pueblos Misionales, que reemplazaron a las ENCOMIENDAS.
En esta acción deculturizante, el Pueblo Iquito fue afectado profundamente, pues se sabe que los misioneros jesuitas organizaron 8 reducciones entre los años 1740 y 1767, cada una con su respectiva advocación religiosa, que significaron la erradicación de sus escenarios naturales milenarios.
Rebeldes permanentes ante esta agresión, como todos los demás Pueblos amazónicos, los Iquitos ofrecieron dura resistencia que los afectó con un desgaste tanto físico como espiritual.
Víctimas de las plagas o pestes (gripe, viruela, cólera), este Pueblo se vio diezmado lentamente, perdiendo con ello su organización, sus valores y toda cuanta riqueza cultural había logrado.
A partir de 1761, año en que se consolida la Reducción de San Pablo del Nuevo Napeano, algunos miembros de la etnia Iquito (asentada en lo que hoy es la ciudad de Iquitos) se establecen definitivamente, pero, otros retornan a sus lugares de origen, prácticamente heridos de muerte como Pueblo. Los que huyen, vuelven al río que fuera su antigua morada: el NANAY (Takarnak, en su idioma) y al Pintuyacu, Chambira y quebradas menores, tributarios de aquél. “En 1925 se encontraban (aún) varios cientos de Iquitos en el Medio y Bajo Nanay”. (*)
El tercer milenio mestizo y eurógeno, lo encuentra reducido a un aproximado de 567 miembros, distribuidos entre San Antonio (367) y Atalaya (200), nucleados en más de 80 familias, en cuyo seno sólo los mayores de 70 años (unas 15 personas) tienen pleno dominio del idioma original, pues las generaciones intermedias y las nuevas (jóvenes, adolescentes y niños), afectados por la educación mestiza, muy temprano aprendieron a avergonzarse de su idioma y, por lo tanto, no lo hablan en la dinámica de sus relaciones cotidianas.
Convencidos por habilitadores madereros, volcaron sus esfuerzos a la extracción forestal y han olvidado su artesanía. Las vasijas, que según lo cuentan, las hacían de gran calidad, hoy son sólo un recuerdo que se diluye tras el diario manipuleo de los coloridos y vistosos utensilios de plástico que han invadido todo el ámbito comunal. Sus tejidos y adornos, que fueron parte de su vestimenta tradicional, fueron olvidados al igual que sus cantos y danzas, que hoy son descritas con muchas imprecisiones propias de la lejanía de sus recuerdos.
Al llegar a San Antonio de Pintuyacu, uno sabe que llega a una comunidad nativa Iquitos, sólo porque un cartel de bienvenida así lo dice, pero no se siente en la atmósfera comunal ni el olor ni el sabor a una cultura radicalmente diferente.
Aún cuando conserva su profundo contacto con el bosque, el mismo que está presente de diversas maneras en la cotidianeidad de su vida individual y comunal, lo esencial de su cultura se ha refugiado en lo más profundo de su vida psíquica, tal vez esperando oportunidades propicias para volver a tener vigencia.
Pero, hoy, tiene que obedecer a los dictados de la sociedad dominante, la que le ha impuesto condiciones muy duras que cumplir. Por ello es que en San Antonio, el Agente Municipal y el Teniente Gobernador son designados por estratos superiores del poder político.
Sin embargo, la propia comunidad designa a su APU o Jefe Comunal, que es su máxima autoridad para sus fueros internos. Don Gabriel Paima Peña es quien hoy desempeña ese cargo.
En cuanto a salud, cuentan con una posta médica, inconclusa en lo que se refiere a su local, pues el FONCODES aún no lo termina, que recibe medicamentos con la frecuencia en que aparece un donante. Es don Luis Llaja Mendoza quien se encarga, en su condición de técnico enfermero, de administrar y atender en la posta. Por su parte, la Dirección Regional de Salud hace visitas periódicas para detectar casos de malaria, pues es endémica en esta zona, mediante el examen de “gota gruesa” y prevención mediante la fumigación de las casas y, en especial, de los mosquiteros. También realiza campañas de vacunación a los niños.
Sus matrimonios civiles se ajustan a la normatividad mestiza y tienen que ser realizados en la capital del distrito, Santa María del Alto Nanay, mientras que los matrimonios religiosos, sólo pueden ser realizados cuando coinciden con la visita de un párroco de Iquitos.
Como Comunidad Nativa pertenece a la FECONARINA –Federación de Comunidades Nativas del Río Nanay -, actualmente presidida por don Mariano Arévalo, de procedencia huitoto, que pretende representar y luchar por los intereses de los pueblos nativos ubicados en dicha área.
En lo referente a educación, sólo cuentan con servicios del nivel primario, a cargo de dos profesores: doña Gertrudes Granja Nájar, directora y mestiza, y don Ciro Panduro Güímack, nativohablante, de reciente contratación, ambos sin título profesional. En estos momentos, sólo cuentan con 53 alumnos, de los cuales 39 son varones y sólo 14 son mujeres (en 1º. y 2º., 25 (16V, 9M), en 3º. y 4º., 23 (18V, 5M.) y en 5º. Grado, 5 alumnos, todos varones). Cabe mencionar que, del total de la población de San Antonio, 367 habitantes, 200 son hombres y 167 mujeres.
No tienen servicios de educación inicial y menos de educación secundaria. Sólo un joven ha terminado estudios secundarios (que es el actual profesor), 8 tienen algún grado de secundaria y 2 se encuentran estudiando en Iquitos dicho nivel.
A plenitud, el idioma Iquitos sólo es hablado por doña AGUSTINA YAREJA, quien es la más anciana (más de 85 años, declaran sus familiares), y es la única que no habla el Castellano. Cuando ella habla es cuando sentimos que los sonidos del bosque se transforman en mensajes a lo más profundo de nuestro ser y experimentamos el más grande dolor de ver perderse tan hermoso idioma.
Don Jaime Pacaya, Gabriel Paima Peña (APU) y don Abelardo Inuma hablan y leen el idioma Iquitos, pues lo aprendieron en la época en que don FELIX CABRAL SINCHIJA era profesor (hasta 1967); luego de lo cual y por influencias de instituciones y personas interesadas en la castellanización y el mestizaje de los pueblos indígenas (cuyos nombres los recuerdan muy bien algunos vivientes), fueron nombrados profesores mestizos para enseñar a los niños a “ser gentes y no indios”. Doña Emma Llona, Santos Shino, Adelina Shino, Ligia Inuma y Teresa Güímack confiesan que hablan el Iquitos en pocas ocasiones, pero no lo saben leer. Ellos se educaron para “dejar de ser indios” así como las nuevas generaciones. Aunque, tal vez, no lo lograron.
En ATALAYA, con una población de 200 personas, de las que 110 son mujeres, hay otra realidad. Allí los Iquitos comparten la vida comunal con familias quichuas, procedentes del Napo, cada vez más numerosas éstas. De las 51 familias, 15 son quichuas.
Su escuela, a cargo de los Profs. Helard José Uriarte Solsol e Israel Torres Tangoa, ambos mestizos, solo brinda servicios de educación primaria a 76 alumnos matriculados del 1º. Al 6º. Grados. Don Marcelo Inuma, que es el APU, don Paulino Apurija Sinchija doña Florentina Sinchija Laulate (69) y su hermana Ercilia Sinchija Laulate (58) prácticamente son los únicos que hablan el idioma Iquitos con su riqueza original en una atmósfera cultural que cada vez tiene menos aire a pueblo Iquito.
(*)Citas extraídas de: AMAZONÍA, biodiversidad, comunidades y desarrollo.

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