Leyenda de la MACA
En los altiplanos de Junín y Bombom, a orillas del lago Chinchaycocha fueron estableciéndose tribus nómades que subían de la costa, conociendo los alimentos que el mar les brindaba junto a las aves y otras plantas existentes en su zona; de igual modo sucedió con los nómades que subieron de la selva.
Los que se asentaron en ésta formaron la aguerrida legión de los pumpush; a pesar de su larga caminata y el cambio brusco del clima conservaban su buen estado de salud y para combatir el frío de la zona comenzaron a cazar y domesticar la llama, apreciada por la lana con el que cubrían su cuerpo, del mismo modo aprovechaban la carne que era asada para alimento humano.
El tiempo transcurría, las provisiones se fueron agotando los frutos traídos eran comidos y las pepas que votaron ya no volvía a salir; esto hizo que los “runas” fueran debilitándose, los machos, “Olgo Kuna”, habían perdido la fuerza en el trabajo y aún peor les iba en el aspecto viril; las hembras, “Warmi Kuna” habían perdido la feminidad y la fertilidad.
El pueblo se fue extinguiendo poco a poco, pero nunca trataron de buscar la solución al problema.
Entre ellos comenzaron a culparse. Estas discusiones se fueron agudizando en gritos desesperados de rabia.
Esto llegó a oídos del dios “Choque Chinchay” quién de vez en cuando mostraba su presencia en medio del lago a través de un haz de luz destellante que rugía como fiera encerrada, escuchándose hasta los confines del universo.
Enfurecido por lo que sucedía en sus dominios, “Choque Chinchay”, trató de descargar su ira en la población, al ver que todos se echaban la culpa y nadie hacía nada por remediar la situación, quiso castigar a los “runas” de las orillas del chinchaycocha haciendo acto de presencia en medio de ellos, mostrando su virilidad, fortaleza, fecundidad y eterna juventud; a una población envejecida, estéril, débil, cansada..., en una palabra, vencida.
Es así, como el “Lince” rugiente sale de su aposento, para castigar a la tribu de los pumpush; observó a la primera pareja que discutía en voz alta y en ellos descargó su ira, pero en ese instante se cruzó una hermosa manada de vicuñas, al verlas corrieron en busca de su hermosa lana y al instante se oyó el rugido del “Lince” y un haz de luz cayó, justo en el lugar donde la pareja discutía; esta descarga alertó a los miembros de la comunidad, quienes luego de varios minutos asustados por la presencia del dios de los Pumpush, “Choque Chinchay”, entre ellos; salieron y encontraron enceguecidos y perplejos a la pareja.
En el lugar donde había descargado su ira el dios de los Pumpush se encontró una hermosa alfombra que cubría un espacio pequeño de forma cuadrada.
Perplejos por el acontecimiento se acercaron con gran reverencia para observar de cerca la hermosa alfombra verde, al contemplar la consideraron como un lugar sagrado de adoración al “Choque Chinchay”.
Fue transcurriendo el tiempo y la alfombra verde no se marchitaba, porque era resistente a las heladas de la zona, mientras que otras plantas se marchitaban con gran rapidez.
Por buen tiempo fue adorado como presencia viva del dios “Chinchay”. Era el único lugar verde en la zona, frente a la inmensidad de los pajonales.
La curiosidad de uno de los hombres de la comunidad hizo que una noche de luna llena, escarbara la tierra para ver que existía bajo esta planta que la hacía resistente a la altura, descubriendo así raíces en forma cónica como la punta de lanza, entonces se imaginó que el dios “Chinchay” no había podido penetrar a la “Mama Pacha”; intrigado por el hallazgo se le ocurrió echar en una vasija las raíces robadas del lugar sagrado, le agregó agua de la laguna y lo llevó al fuego, a medida que comenzaba a bullir el agua presentaba un color marrón y de pronto, se sintió un aroma que fue llenando el ambiente.
Atraídos por el aroma el resto de la tribu rodeó silenciosamente la choza de este hombre; entonces éste, dejó entibiar el brebaje, probó un poco, y al degustar sintió que era agradable y se bebió todo el líquido, al instante sintió rejuvenecer, se le abrió el apetito sexual, tenía ganas de trabajar...
Era el amanecer. Sin dudar salió al campo a perseguir las llamas, y su mujer se sintió muy feliz, tanto así que el rostro se le había rejuvenecido.
Visto todo estos cambios en la pareja, preguntaron qué había sucedido y producto de qué era ese aroma tan delicioso.
Sin dudarlo, pensando en conseguir la armonía de la comunidad señalaron la alfombra verde gritando - ¡“Mama Pacha”!, ¡“Mama Pacha”!; al solo ver lo señalado no escucharon claramente lo dicho por los “runas” y el eco de los cerros, solo replicó ¡Maaa..quam....!, ¡maaa..quam....!
Así es que nadie respetó lo sagrado de la alfombra. Iniciaron la cosecha en forma desordenada y desmedida para robar los poderes de fertilidad, juventud y las ansias de trabajar.
Esta falta de respeto al lugar sagrado enojó mucho al dios “Choque Chinchay”, ya que en el manto verde se había quedado parte de su forma de ser, y al no poder recuperar los poderes que había dejado en la bendita raíz se lamentó. Más enojado aún maldijo a la pareja, mandándole muchos hijos, y a la raíz le maldijo con estas palabras: “No es posible que tú transmitas mis poderes a los hombres, por haberlo hecho, desde hoy, la tierra que te engendre se quemará y tardará mucho tiempo para que vea crecer a nuevos seres vivientes; así como se a quedado contigo mis poderes también tendrá que permanecer a tu lado el calor que brota de mí ser, para siempre”.
Aún , habiendo escuchado la sentencia del dios de los Pumpush, los pobladores continuaron con la siembra y cosecha de la divina raíz; la producción era buena, el consumo se realizó de diferentes formas, pero, observaban con pena que la tierra en que se producía la “Maqam” no volvía a crecer nada en mucho tiempo. Es el castigo de “Choque Chinchay”, dijeron.
El “Lince” pensó que jamás se volvería a sembrar la divina y prodigiosa planta, y así se quedaba tranquilo creyendo que sus poderes ya no serían más difundidos por el mundo.
Pero el Pumpush al darse cuenta de los poderes curativos, nutritivos y de fertilidad de esta raíz, prefirió el castigo a dejar de sembrar la milenaria y prodigiosa “MACA”, hasta nuestros días.
Los que se asentaron en ésta formaron la aguerrida legión de los pumpush; a pesar de su larga caminata y el cambio brusco del clima conservaban su buen estado de salud y para combatir el frío de la zona comenzaron a cazar y domesticar la llama, apreciada por la lana con el que cubrían su cuerpo, del mismo modo aprovechaban la carne que era asada para alimento humano.
El tiempo transcurría, las provisiones se fueron agotando los frutos traídos eran comidos y las pepas que votaron ya no volvía a salir; esto hizo que los “runas” fueran debilitándose, los machos, “Olgo Kuna”, habían perdido la fuerza en el trabajo y aún peor les iba en el aspecto viril; las hembras, “Warmi Kuna” habían perdido la feminidad y la fertilidad.
El pueblo se fue extinguiendo poco a poco, pero nunca trataron de buscar la solución al problema.
Entre ellos comenzaron a culparse. Estas discusiones se fueron agudizando en gritos desesperados de rabia.
Esto llegó a oídos del dios “Choque Chinchay” quién de vez en cuando mostraba su presencia en medio del lago a través de un haz de luz destellante que rugía como fiera encerrada, escuchándose hasta los confines del universo.
Enfurecido por lo que sucedía en sus dominios, “Choque Chinchay”, trató de descargar su ira en la población, al ver que todos se echaban la culpa y nadie hacía nada por remediar la situación, quiso castigar a los “runas” de las orillas del chinchaycocha haciendo acto de presencia en medio de ellos, mostrando su virilidad, fortaleza, fecundidad y eterna juventud; a una población envejecida, estéril, débil, cansada..., en una palabra, vencida.
Es así, como el “Lince” rugiente sale de su aposento, para castigar a la tribu de los pumpush; observó a la primera pareja que discutía en voz alta y en ellos descargó su ira, pero en ese instante se cruzó una hermosa manada de vicuñas, al verlas corrieron en busca de su hermosa lana y al instante se oyó el rugido del “Lince” y un haz de luz cayó, justo en el lugar donde la pareja discutía; esta descarga alertó a los miembros de la comunidad, quienes luego de varios minutos asustados por la presencia del dios de los Pumpush, “Choque Chinchay”, entre ellos; salieron y encontraron enceguecidos y perplejos a la pareja.
En el lugar donde había descargado su ira el dios de los Pumpush se encontró una hermosa alfombra que cubría un espacio pequeño de forma cuadrada.
Perplejos por el acontecimiento se acercaron con gran reverencia para observar de cerca la hermosa alfombra verde, al contemplar la consideraron como un lugar sagrado de adoración al “Choque Chinchay”.
Fue transcurriendo el tiempo y la alfombra verde no se marchitaba, porque era resistente a las heladas de la zona, mientras que otras plantas se marchitaban con gran rapidez.
Por buen tiempo fue adorado como presencia viva del dios “Chinchay”. Era el único lugar verde en la zona, frente a la inmensidad de los pajonales.
La curiosidad de uno de los hombres de la comunidad hizo que una noche de luna llena, escarbara la tierra para ver que existía bajo esta planta que la hacía resistente a la altura, descubriendo así raíces en forma cónica como la punta de lanza, entonces se imaginó que el dios “Chinchay” no había podido penetrar a la “Mama Pacha”; intrigado por el hallazgo se le ocurrió echar en una vasija las raíces robadas del lugar sagrado, le agregó agua de la laguna y lo llevó al fuego, a medida que comenzaba a bullir el agua presentaba un color marrón y de pronto, se sintió un aroma que fue llenando el ambiente.
Atraídos por el aroma el resto de la tribu rodeó silenciosamente la choza de este hombre; entonces éste, dejó entibiar el brebaje, probó un poco, y al degustar sintió que era agradable y se bebió todo el líquido, al instante sintió rejuvenecer, se le abrió el apetito sexual, tenía ganas de trabajar...
Era el amanecer. Sin dudar salió al campo a perseguir las llamas, y su mujer se sintió muy feliz, tanto así que el rostro se le había rejuvenecido.
Visto todo estos cambios en la pareja, preguntaron qué había sucedido y producto de qué era ese aroma tan delicioso.
Sin dudarlo, pensando en conseguir la armonía de la comunidad señalaron la alfombra verde gritando - ¡“Mama Pacha”!, ¡“Mama Pacha”!; al solo ver lo señalado no escucharon claramente lo dicho por los “runas” y el eco de los cerros, solo replicó ¡Maaa..quam....!, ¡maaa..quam....!
Así es que nadie respetó lo sagrado de la alfombra. Iniciaron la cosecha en forma desordenada y desmedida para robar los poderes de fertilidad, juventud y las ansias de trabajar.
Esta falta de respeto al lugar sagrado enojó mucho al dios “Choque Chinchay”, ya que en el manto verde se había quedado parte de su forma de ser, y al no poder recuperar los poderes que había dejado en la bendita raíz se lamentó. Más enojado aún maldijo a la pareja, mandándole muchos hijos, y a la raíz le maldijo con estas palabras: “No es posible que tú transmitas mis poderes a los hombres, por haberlo hecho, desde hoy, la tierra que te engendre se quemará y tardará mucho tiempo para que vea crecer a nuevos seres vivientes; así como se a quedado contigo mis poderes también tendrá que permanecer a tu lado el calor que brota de mí ser, para siempre”.
Aún , habiendo escuchado la sentencia del dios de los Pumpush, los pobladores continuaron con la siembra y cosecha de la divina raíz; la producción era buena, el consumo se realizó de diferentes formas, pero, observaban con pena que la tierra en que se producía la “Maqam” no volvía a crecer nada en mucho tiempo. Es el castigo de “Choque Chinchay”, dijeron.
El “Lince” pensó que jamás se volvería a sembrar la divina y prodigiosa planta, y así se quedaba tranquilo creyendo que sus poderes ya no serían más difundidos por el mundo.
Pero el Pumpush al darse cuenta de los poderes curativos, nutritivos y de fertilidad de esta raíz, prefirió el castigo a dejar de sembrar la milenaria y prodigiosa “MACA”, hasta nuestros días.