Plaza de Cocabamba
Confieso que he tenido una mala impresión de este lugar producto de la ignorancia. El hecho mismo de ser lejano hace que uno desde el banco de la ciudad imagine cosas que muchas veces hasta no tiene sentido. Me dijeron que era lejos, que nunca llegaría, que hace mucho frío y hasta me comentaron que en el temple se ve al Marañón. Nueve horas a pie y a caballo han hecho de esta travesía un viaje inolvidable y pude conocer y palpar de cerca la vida de Cocabamba que tiene muchas potencialidades para mostrar a todos los peruanos.
EL VIAJE DE LA AVENTURA
A una invitación del alcalde de Cocabamba, Elmer Meléndez, en compañía de sus asesores, Jorge Arévalo Rojas, gerente de SERPROCONT y su equipo técnico, así como de Conrado Mori, conocido abogado de la ciudad viajamos un sábado de madrugada rumbo a nuestro primer paradero: Punta de carretera, distante a 20 minutos en carro de María. En esta zona donde se nota inmensos cerros llenos de icho llegamos a las siete de la mañana, de allí cargando nuestras mochilas enrumbamos por la cordillera a unos 3,800 msnm, donde el viento pasa silbando por nuestras orejas; peor por el Paso breve, donde los vientos de ambos lados de la cordillera se chocan y parece que quieren ganar a sus víctimas y arrojarlo por la pendiente, pero llegando a la pampa de Mendalón la admiración es total. Nuestras manos se frotan para no congelarse y tenemos que acelerar el paso por una llanura helada donde pastan sin peligro ganado, caballos y cruzan a los lejos zorros y vizcachas.
Impresionante foto con el fondo del bosque de piedras llamada Shiquiconga
A menos de dos horas de caminata el paisaje nublado y pálido cambia por colores diversos que anuncia que bajamos a nuestro destino. En medio del camino pese al cansancio, la sed y las ganas de no seguir caminando, llama poderosamente la atención de todos los viajeros un cerro rocoso que guarda en su entorno restos arqueológicos que los del lugar lo han llamado Shiquiconga y Pirquilla pero antes tenemos que romper una mole de piedra y pasar como si fuera un arco de triunfo por un camino estrecho, teniendo como paredes la roca. Es la parte más emocionante del viaje, donde se alaba la belleza de nuestra tierra, que pese a estar escondida como Cocabamba, cuenta con zonas que dejan boquiabiertas a quienes por primera vez lo visitan. Eso pasó conmigo. De este lugar la travesía es más llevadera porque desde lo alto se mira al pueblo que bien al fondo se erige rodeado de frondosos eucaliptos. Nuestro maltratado caballo acelera el paso para llegar a su suelo y dejar la carga pesada que ya lleva por ocho horas en el lomo. A las cinco de la tarde arribamos a Cocabamba con las ganas de algo que resucite el alma. Que mejor que una chicha de hongos y por la noche un caldo de gallina y su muy crocante cuy con papas, como para olvidar la fatiga del viaje y decir que somos bienvenidos a esta tierra de montañas y piedras.
Mercado dominical en Cocabamba
UBICACIÓN TERRITORIAL
Cocabamba, creada el 5 de febrero de 1861, tiene como extensión 355.5 km2. Es zona productora de coca desde muchos tiempos, está ubicada a 2,340 m.s.n.m., contando con una población de 5,600 habitantes dispersos en más de 30 anexos. Perteneciente a la provincia de Luya, limita con María, Santo Tomás, Pisuquia, San Francisco del Yeso y el río Marañón de divide Amazonas con Cajamarca. Como todo pueblo sin vías de comunicación, los domingos sirven de pretexto para unirlos el mercado, que funciona a media cuadra de la plaza y se compra y vende de todo, desde naranjas de cáscara verde que son una delicia en la boca, limas, limones, quesillo, leche, carne de cerdo o res, huevos de corral a montones, pescado seco y una serie de verduras al alcance de todos los bolsillos. “El día que llegue la carretera, verá que será el despegue de mi pueblo” me dijo el joven alcalde cocabambino. Quizá tenga razón ya que cuenta con un presupuesto de más de seis millones de soles por parte del Gobierno Regional para hacer su carretera que los unirá con María y por ende con el mundo.
En su plaza pequeña como es una tradición, se erige su templo creado hace más de cien años. Es alargada pero angosta, elevándose al fondo su pintoresco altar lleno de imágenes religiosas muy antiguas y de incalculable valor. El viejo cedro que sirvió para construirla hoy es colorido entre celeste, amarillo y verde. Es una pena que los sacerdotes vayan muy poco a la zona a fin de proteger a sus feligreses que son presas de otras religiones que se vienen propagando por toda la región. Sus suelos fueron debilitados por la agresiva campaña hecha por el gobierno central a fin de erradicar la coca por los años 90.
Altar mayor de la iglesia de Cocabamba
Esas tierras delicadas sirven poco a la gran producción y peor todavía si es que no tienen asistencia técnica por los profesionales del campo. “Porque somos pobres no nos hacen caso” me decían los pobladores, muchos de ellos protegidos del sol con vistosos sombreros que los identifican como venidos del otro lado del río. Sí, casi un ochenta por ciento de los pobladores son de Celendín, que han venido a Cocabamba en busca de un mejor futuro ya que en su pueblo de origen hay demasiada pobreza y en los cerros no crece ni la piedra.
Otra característica de los “shelicos” es su colorida ropa fosforescente de las mujeres y en los varones los dientes llenos de corona plateada o con oro. Dicen que eso es son sus prosa(1) Luego de 48 horas de estadía y haber engordado con tanta gallina, cuy y chicharrón, preparamos la partida del regreso a la tierra añorada. Sólo al ver al cielo el camino de herradura y las nueve horas que nos separa de María, uno quiere quedarse, pero no se puede, en casa esperan la esposa y los hijos, así como una computadora para seguir escribiendo lo que ven mis ojos por las diferentes rutas de Amazonas, mi tierra, mi región.