La fiesta de la Virgen de la Candelaria está a punto de concluir, aunque un puñado de diablos pretenda que la llama de la alegría y la fe permanezca encendida durante todo febrero. Sus intentos son vanos, pero, al acompañarlos en su ir y venir, se descubren algunos de los atractivos de la capital del altiplano.
Duerme la ciudad. La lluvia acompaña su sueño con una melodía de gotas que revientan en los techos o estallan en las tejas coloradas.
En las calles somnolientas, un puñado de demonios bailarines y trasnochadores envueltos en sus bufandas de serpertina y ocultos tras sus máscaras de colorido espanto, pretenden despertarla con sus susurros de ebriedad.
Bailan, saltan y cantan. Corren a la Plaza de Armas. Se apoderan de ella. Brindan por su éxito. Bullicio, alegría, desorden... y uno de los diablos de la noche del altiplano, se escabulle entre las sombras para postrarse ante una cruz. Se quita la máscara, se persigna, musita oraciones, se golpea el pecho. Lágrimas de fe humedecen sus pómulos resecos.
Bailan, saltan y cantan. Corren a la Plaza de Armas. Se apoderan de ella. Brindan por su éxito. Bullicio, alegría, desorden... y uno de los diablos de la noche del altiplano, se escabulle entre las sombras para postrarse ante una cruz. Se quita la máscara, se persigna, musita oraciones, se golpea el pecho. Lágrimas de fe humedecen sus pómulos resecos.
Devoto ferviente de la Virgen de la Candelaria -la venerada patrona de la ciudad de Puno- el demonio de la máscara espantosa se encomienda a Dios en el atrio de la Catedral, un coloso de piedra de estilo mestizo, construido en 1747 por el alarife peruano Simón de Asto, sobre los cimientos del antiguo Supay Cancha o cerco del diablo.
Se acaban los rezos. El diablo nuevamente se coloca su máscara y vuelve con sus compañeros a seguir con el baile y los brindis en honor a la "mamita" Candelaria; pero ya no son muchos. Sus paisanos duermen y no quieren despertar.
Se acaban los rezos. El diablo nuevamente se coloca su máscara y vuelve con sus compañeros a seguir con el baile y los brindis en honor a la "mamita" Candelaria; pero ya no son muchos. Sus paisanos duermen y no quieren despertar.
La fiesta languidece tras varios días de procesiones, estampas folclóricas y desfiles interminables de los ágiles danzantes, provenientes de todos los rincones de la ciudad.
En Puno, la capital folclórica de América, existen más de 300 bailes típicos. Uno de los más conocidos es la "Diablada", danza de origen mestizo que representa la sempiterna pugna entre el bien y el mal, en la que cuadrillas de hombres y mujeres, con trajes vistosos y máscaras de demonios, se enfrentan a terrenales y mundanos arcángeles, rodeados de caporales y temibles osos.
En Puno, la capital folclórica de América, existen más de 300 bailes típicos. Uno de los más conocidos es la "Diablada", danza de origen mestizo que representa la sempiterna pugna entre el bien y el mal, en la que cuadrillas de hombres y mujeres, con trajes vistosos y máscaras de demonios, se enfrentan a terrenales y mundanos arcángeles, rodeados de caporales y temibles osos.
El grupo infernal abandona la plaza dejando atrás la imponente Catedral y el balcón de madera tallada del Conde de Lemos, el virrey que fundó la ciudad el 4 de noviembre de 1688. Luego, los hijos del maligno, van y vienen por el jirón Lima, un pasaje peatonal de viejas casonas convertidas en tiendas, restaurantes, discotecas y galerías comerciales.
Y guardan silencio en el iglesia de San Juan Bautista, para no despertar a la Virgen de la Candelaria que descansa en el interior del templo... y desaparecen tras el arco Deustua, un monstruo de piedra labrada y dos glorietas laterales construido en 1847, en memoria de los hombres que murieron en las batallas de Junín y Ayacucho, gestas heroicas que sellaron la independencia de América.
Y guardan silencio en el iglesia de San Juan Bautista, para no despertar a la Virgen de la Candelaria que descansa en el interior del templo... y desaparecen tras el arco Deustua, un monstruo de piedra labrada y dos glorietas laterales construido en 1847, en memoria de los hombres que murieron en las batallas de Junín y Ayacucho, gestas heroicas que sellaron la independencia de América.
Los demonios fracasaron en su intento de prolongar las celebraciones. Las calles quedan vacías, solitarias y desnudas al extinguirse las últimas cenizas de la fiesta.
Ahora, el frío arrecia de la mano del viento, la lluvia se vuelve torrencial y tempestuosa, la altura se hace más pesada. Ronda el soroche (mal de altura). Ronda el sueño. Duerme la ciudad tras varias noches de desvelo.