La selva majestuosa de Loreto con su exótica belleza y su plétora de misterios anidaba hace muchos años en su seno a los auténticos nativos, quienes desperdigados por los distintos sectores de nuestra Amazonía, conformaban pequeñas comunidades, donde vivían dedicados a la caza y a la pesca y precisamente a los albores de la fundación de Iquitos una de estas tribus tenía su asentamiento en el perímetro conocido hoy como Quistococha, cuyo auténtico nombre, según los relatos proporcionados por uno de los pobladores de entonces, es el Cristococha, denominación derivada de lo ocurrido en ese lugar.
Era una madrugada fresca y lozana cuando Esteban Manihuari Rimachi, armado de su flecha, avanzaba cauteloso en su pequeña canoa tratando de sorprender a algún pez que en imprudente descuido emergía a la superficie con el ánimo de respirar una bocanada de aire matinal puro y fresco; nada hacía presagiar lo que iba a suceder, toda la cocha o lago se mantenía en la más completa calma, de vez en cuando el aleteo de un pez que raudo saltaba fuera de la superficie interrumpía la aparente mansedumbre de la cocha.
Los albores del nuevo día, más bien, eran anunciados con algarabía por el trinar de los pajarillos multicolores, que posados en las ramas de los árboles entonaban los más diversos cánticos convirtiéndolo todo en una sinfonía loca, mientras que en la profundidad de la espesura, los animales de la noche, al notar la claridad que precede al amanecer huían presurosos en busca de sus cavernas o un lugar aparente para pasar el día a la espera de otra noche y volver a salir al descubierto como les exige sus vida nocturna.
Don Esteban mientras tanto, acababa de lanzar su flecha que hizo presa en una hermosa palometa y raudo cogió el trofeo y lo depositó en el fondo de su canoa y justo en ese instante se produjo el fenómeno.
Algo increíble, fantástico! En el centro de la cocha, emergió la figura de una persona vestida con una túnica blanca.
No creía lo que veía frente a él… miró entonces fijamente a la aparición y vio con sorpresa que se trataba de la figura inconfundible de Cristo.
Era él… Nuestro Señor con su mirada triste y bondadosa y algo más sorprendente aún, el canto de los pajarillos se afataron de tal manera, que se convirtieran en una hermosa melodía, poniendo el marco musical a la sorpresiva aparición de Cristo, melodía que despertó a los demás moradores de la comunidad nativa y todos pudieron apreciar la excelsa aparición de Cristo Redentor, Nuestro Salvador.
Desde entonces la pequeña comunidad, por acuerdo unánime de todos, bautizó a este lugar como Cristococha y según testigos presénciales, las aguas de este lago tienen poderes curativos, son muchas las personas, según la leyenda, que al bañarse en ellas han curado sus males.
Esta es la auténtica leyenda del ahora conocido lugar como Quistococha.
Para llegar a Quistococha se dispone de una muy buena carretera y la facilidad del transporte está a la orden del día . en un popular microbús que al de los alrededores de la plaza 28 de julio y que por un par de soles te deja en la misma puerta del parque en aproximadamente 20 minutos de viaje, hasta un particular motocarro que cobra de acuerdo con la cara del cliente, entre 5 y quince soles, que ya es exagerado, llegar a Quistococha es muy fácil.
La entrada al parque está muy mejorada y desde la puerta la oferta de la vista es muy atractiva y misteriosa. Tres soles los adultos y dos los niños es el precio del ingreso y no tiene mayores limitaciones que aquellas que se indican en los lugares donde están las jaulas de los animales peligrosos.
Una descripción resumida de los principales mitos y leyendas amazónicas se muestran a manera de paneles que acompañan al visitante mientras recorre la lenta bajada a la parte donde se encuentra la laguna y los mayores atractivos del lugar.
Estanques con algunos paiches en sus diferentes estadios de crecimiento, la isla de los monos, las jaulas de los felinos y aves casi en absoluta liberad pueblan esta parte del parque que , en estos momentos presenta un cuidado bastante bueno .
La parte baja del parque, la que jala mas a los visitantes es la laguna y la plaza artificial denominada Tunchi playa donde se concentra la mayoría de los visitantes, ya que el atractivo de nadar, remar o solearse en las blancas arenas indican que Quistococha es mas que un parque zoológico o paiches gigantescos, es el balneario en pequeño mas cercano para todos.
La buena idea de crear una playa artificial en Quistococha ha permitido que el parque no solamente sea visitado para apreciar los diferentes ejemplares de nuestra fauna amazónica, sino también como atractivo de diversión que utiliza el agua como posibilidad de practicar deportes acuáticos de toda índole.
Consideramos que Quistococha ya superó los abandonos del pasado y actualmente es una buena propuesta para todos aquellos que quieren ver selva auténtica sin viajar tanto tiempo fuera de la ciudad. Quistococha necesita mostrar un inventario florístico de todo lo que posee en su área para ilustrar a los visitantes sin mayores problemas de investigación y estudio. Una tienda de objetos de recuerdos se hace necesaria ya, donde el visitante nacional o extranjero pueda adquirir desde un polo pintado con reproducciones locales, hasta libros y folletos que expliquen la flora y fauna amazónica, amen de toda la parafernalia que reproduce de todo en juguetes, platos, tazas, llaveros, postales y demás objetos de factura barata y de alcance para cualquier posible comprador.
Quistococha con todo esta ya podría preciarse de ser el parque turístico que todos queremos y necesitamos.
Laguna de Quistococha