miércoles, 30 de septiembre de 2009

MONASTERIO DE SANTA CATALINA EN AREQUIPA






 FUNDACION

El Virrey Francisco Toledo, durante su visita a Arequipa, fue informado por el Cabildo, sobre su deseo de años atrás, de fundar un monasterio de monjas. Ello lo motivó a otorgar las licencias necesarias para la fundación del "Monasterio de Monjas Privado de la Orden de Santa Catalina de Siena".

Años más tarde, Doña María de Guzmán, viuda de Diego Hernández de Mendoza, mujer hermosa, rica y joven que no tuvo hijos, decide recluirse en el monasterio en construcción, cediendo para ello todos sus bienes. El 10 de setiembre de 1579 se hace la Memoria y Capitulación de la fundación del Monasterio firmada entre el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad y el Obispado del Cusco, entregando el Cabildo los cuatro solares propiedad de la ciudad, para su funcionamiento; nombrando a Doña María de Guzmán "primera pobladora y priora de dicho Monasterio".

El domingo 2 de octubre de 1580, se celebra una misa mayor en la ciudad y Doña María, reconocida como fundadora, toma formalmente los hábitos.

Las mujeres que ingresaron como monjas al Monasterio fueron criollas, mestizas y hasta hijas de curacas. Recién en 1964 ingresaron las primeras monjas españolas. La historia también cuenta del ingreso de "monjas pobres" y damas de la ciudad, que sin abrazar la vida religiosa, ingresaban al Monasterio para ejercitar sus virtudes.

En 1582, Arequipa soportó un fuerte terremoto, sufriendo la construcción del Monasterio graves daños. A pesar de ello se conservó la clausura. A partir de entonces, se inicia un período de sufrimiento, en el cual las propias religiosas repararon sus habitaciones. La capilla, por falta de dinero, no se pudo refaccionar " por lo cual el Santísimo Sacramento se exponía en una choza de paja".
http://viajesperu.files.wordpress.com/2009/05/convento-santa-catalina-arequipa.jpg
Santa Catalina, se ubicó en Arequipa, ciudad fundada en 1540 en un paraje especialmente elegido por su belleza natural, su clima acogedor y que disponía de un material de construcción único: el sillar, piedra porosa de lava volcánica que ha permitido levantar una hermosa ciudad, donde ha sido posible edificar formas arquitectónicas propias, con espacios y proporciones de gran valor estético y esculpir fachadas imponentes y finos detalles decorativos, que han hecho de Arequipa un centro colonial de marcada identidad dentro de los principales centros urbanos del continente.

Pileta en la Plaza Zocodober. Al fondo la cúpula de la iglesia.
Su estilo arquitectónico es fundamentalmente colonial, pero de naturaleza mestiza. A diferencia de otros restos virreynales de esta parte de América Latina, en Arequipa y especialmente en Santa Catalina, se observa la fusión de elementos españoles y nativos, a tal punto que generan una creación propia.
Los continuos terremotos que afectaron a Arequipa desde 1582, destruyeron las primitivas construcciones y también las propiedades de los familiares de las monjas catalinas, sobre las que se había impuesto los censos que garantizaban la economía futura del monasterio y su supervivencia.
Esta fue la causa y origen de la ciudadela existente en el Monasterio de Santa Catalina de Siena de Arequipa. Los familiares de las religiosas optaron por hacer construir celdas privadas para éstas, toda vez que el dormitorio común estaba dañado o era muy pequeño para el número cada día creciente de religiosas.
Durante casi dos siglos, en la época virreynal, los claustros y celdas del monasterio de Santa Catalina, han sufrido modificaciones, agregados y nuevas construcciones, que lo han convertido en un verdadero muestrario de la arquitectura colonial de Arequipa.




LA   PORTADA

La portada de ingreso está adornada con un relieve de Santa Catalina de Siena, bajo cuyo patrocinio se fundó el convento. Está labrado en el sólido muro de sillar que bordea toda la manzana. La sobria sencillez de formas y color de esta portada, contrasta con el alegre colorido que el visitante encontrará en los ambientes interiores.

Fachada principal de la Iglesia, en cuya portada se encuentra una imagen de de Santa Catalina de Siena. En la torre del campanario, construida en 1748, hay 4 campanas.
 CLAUSTRO  DE LOS NARANJOS

Data de 1738. Debe su nombre a la presencia de árboles de naranjo. Las tres cruces ubicadas en medio del claustro forman parte de una tradición del Monasterio de Santa Catalina, donde las religiosas representan la Pasión de Cristo todos los Viernes Santo de todos los años, fecha en la cual, el mismo se cierra al turismo.


Patio de los Naranjos, debido a los árboles de naranjo, presenta un característico color añil. Cada viernes santo, las religiosas representan la Pasión de Cristo en estas tres cruces verdes.


El Monasterio de Santa Catalina de Siena, o Convento de Santa Catalina, es un complejo turístico religioso ubicado en el centro histórico de Arequipa, departamento de Arequipa, Perú.


Historia 

Fundado el 10 de setiembre de 1579 por un acuerdo entre el Cabildo Justicia y Regimiento de Arequipa y el Obispado del Cusco y gracias a la donación de los bienes de doña María de Guzmán, viuda de don Diego Hernández de Mendoza. Ella fue la primera priora del monasterio, cargo que ejerció durante los seis primeros años de funcionamiento, contados a partir del 2 de octubre de 1580 en que pronunció sus votos religiosos. En este monasterio ingresaban las mujeres que así lo deseaban, aunque en el documento de fundación señalaban que debían ser mujeres españolas. Debían dar una dote de mil pesos de plata ensayada y marcada y cien pesos corrientes para alimentos. A mediados del siglo XVIII la población se componía de cincuenta y siete religiosas de velo negro, dieciocho de velo blanco, cincuenta y un donadas y doscientas doncellas y seglares de servicio.



Monasterio de Santa Catalina.
Su construcción como ciudadela se realizó paulatinamente, sobre los cuatro solares que adquirió el Cabildo Justicia y Regimiento de Arequipa en 1568 para un monasterio de mojas que debía llamarse de Nuestra Señora de Gracia y que no funcionó. El monasterio de Santa Catalina es un muestrario de cuatro siglos de arquitectura arequipeña. Al parecer las celdas intrusas que forman la ciudadela comenzaron a construirse tras los terremotos que destruyeron los ambientes casi completamente en el año 1600 (19 de febrero), y con la erupción del volcan Huaynaputina. Los padres o familiares de las religiosas hicieron construir los ambientes de vida de sus hijas. Por ello, entre los siglos XVII y XIX las religiosas dispusieron la venta de sus celdas a otras religiosas. El primer caso documental fue el que realizó Sor Ana Zegarra que vendió su celda en 50 pesos a la religiosa Ginesa Mendoza en 1631.

Imagen del claustro Mayor, el más grande del monasterio, construido entre 1715-23 con sus paredes de color naranja encendido. Alrededor del claustro se ubican una serie de 32 pinturas. Al fondo se observa la cúpula de la iglesia.

Destruido con los terremotos que afectaron a Arequipa, fue reconstruido innumerabels veces, utiliando sus restos. Diversos obispos, entre ellos Juan de Almoguera hicieron construir diveros ambientes del monasterio. Tiene un área de 20.426 m2. En el tiempo en el que hubo la mayor población en este convento vivieron allí alrededor de 500 mujeres de las cuales solo 180 fueron religiosas, el resto eran las doncellas que servían a las religiosas, las niñas que vivian allí como educandas como en un internado y las refugiadas que se permitían en el convento por derecho de asilo. El Convento de Santa Catalina, se envolvió en un velo de misterio y silencio hasta 1970 en que una parte grande del convento abrió sus puertas para el público. Las religiosas permitieron que una empresa privada lo administrara. Todavía viven monjas en el área del norte del complejo.
En gran parte fue restaurado para poder lograr un mejor atractivo del público, conservando su planta y características originales. Las pequeñas calles y claustros están llenas de flores coloridas y las paredes son pintadas en tintes frescos. Los callejones estrechos llevan a las diversas partes del convento que atraviesan por sitios pintorescos y sitios de estar y dormir con los muebles originales.



Pileta del Convento de Santa Catalina
Algunos visitantes permanecen todo el día y reviven la vida inmóvil más allá de este convento o caminan en las calles internas y se pierden en el camino del tiempo. Este convento se sitúa en la calle del mismo nombre y cerca de la plaza de Armas.
Al interior se puede apreciar el claustro de la beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo la cual fue beatificada en la visita de Juan Pablo II en 1985 debido a su ejemplar vida conventual y a la atribución de algunos milagros. Uno de ellos aprobado por la Iglesia, fue una curación de un cámcer uterino verificado en el primer tercio del siglo pasado. La favorecida, doña María Vera de Jarrín, vivió más treinta años después del prodigio.

Arquitectura 

El monasterio ocupaba originalmente un terreno de 20,000 metros cuadrados. El encanto de esta ciudadela reside en la solidez y plasticidad de sus volúmenes, y la belleza que maestros y alarifes lograron en la arquitectura de esos recintos mediante soluciones arizantes como los arbotantes o la construcción de recias arquerías asentadas sobre pilares.
UNA DESCRIPCIÓN DEL CONVENTO

Para una interesante descripción del monasterio, citaré a la reconocida escritora francesa Flora Tristán, quien a su paso por Arequipa dejaría importantes testimonios de la ciudad colonial, en su libro “Peregrinaciones de una Paria”, en 1838. La cita está tomada d la revista Arkinka N. 31.
El Patio de la lavandería. Obsérvese el hermoso retranqueo de volúmenes con el que se resuelve esta esquina, que da lugar a una agradable placita.
En los interiores, las cúpulas y las cubiertas de bóveda amplían considerablemente el espacio y aumentan la sensación de fortaleza de los edificios. Se percibe así mismo, sobre todo en la zona de las callejas, la intervención de albañiles que, carentes de un diseño propiamente arquitectónico, fueron levantando muros, tejados, celdas, patios y portadas de sencillo planteamiento.
Desde el exterior se aprecia cómo la misma arquitectura ha marcado una estricta división entre el mundo del convento y el exterior. Un ancho muro de sillares rodea la ciudadela.
El actual edificio atesora espléndidas piezas de arte, como un altar barroco de madera tallada y dorada, de un cuerpo y tres calles, que exorna la capilla, y varias pinturas de la escuela cusqueña.
“La iglesia del convento es grande. Los adornos son ricos, pero mal cuidados. El órgano es muy hermoso, los coros y todo lo relacionado a la música de la iglesia es objeto de cuidados muy especiales de parte de las religiosas. La distribución interior del convento es muy extraña. Se compone de dos cuerpos de construcción, uno de los cuales se llama el antiguo convento y el otro el nuevo. Este último comprende tres claustros pequeños muy elegantemente construidos.


Las celdas son pequeñas pero ventiladas y muy claras. En el centro del patio hay un círculo sembrado de flores y dos hermosas fuentes que alimentan la frescura y la limpieza. El exterior de los cuadros está tapizado con viñas. Se comunica con el antiguo convento por medio de una calle escarpada. Es éste un verdadero laberinto compuesto de una cantidad de calles y callejuelas en toda dirección y atravesado por una calle principal a la que se sube como por una escalera. Estas calles y callejuelas están cerradas por las celdas que son a su vez otros tantos cuerpos de una construcción original.

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