A la muerte de Huayna Cápac, el undécimo emperador inca, y bajo su voluntad, se repartió el imperio entre sus hijos: la zona sur para Huáscar y la zona norte para Atahualpa. Estos hermanos se enfrentaron entre sí, iniciando una guerra civil en la que finalmente salió triunfador Atahualpa.
Una vez terminada la guerra entre los dos hermanos, conocido el resultado y las consecuencias funestas, Francisco Pizarro (que se encontraba en Túmbez, tras fundar a poca distancia de ésta la primera ciudad española de América del Sur, San Miguel) solicitó entrevista con el emperador. Éste se encontraba en Cajamarca (Perú) y sin saber las verdaderas intenciones de Pizarro accedió, cayendo en su trampa y quedando prisionero.
Desde su prisión, Atahualpa dio la orden de asesinar a su hermano Huáscar y de traer oro de todo el imperio. Había pactado su libertad y esta consistía en llenar su celda de oro hasta la altura de un hombre con los brazos alzados. Una vez repartido el oro, "los conquistadores" faltaron a su palabra y condenaron al emperador a morir quemado, acusándolo de preparar una conspiración contra ellos. Varios meses pasó el inca prisionero y a última hora aceptó ser bautizado, pero esto no fue suficiente y tras acusaciones de fratricidio, poligamia, incesto, idolatría y de conspiración contra los españoles, Atahualpa fue ejecutado, muriendo ahorcado y no en la hoguera.